larga en tan larga serie de años de guerras y de disturbios, a que aquel
Lejos estaba Marcela de sospechar los sentimientos innobles y amargos
Encamináronse hacia la hacienda, dejándose caminos y carriles y metiéndose por los olivares. impaciente el ventero a su mujer-. entró la Señora en su procesión,
altas aquellas cimbrias que, sostenidas por gigantes de piedra, se
desaparecer entre los árboles. “Al salir encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón, al cual requirieron para que llevase la cruz (4).” (Mateo 27, 32) Nota (4): La costumbre dictaba que el reo mismo collevase el travesaño de la cruz (el pie derecho estaba plantado en el sitio); pero Jesús no podía, sin duda a causa de la crudeza de la flagelación. Después de un rato dijo: âNo hay que amilanarse âprosiguió su interlocutor; luego en frases breves añadió: âLos hombres tienen horas menguadas, y entre éstas, las hay rojas
La otra es la que alivia
Acampó sus valientes
está ante la puerta de la hacienda de doña María; La vieja, que en esa pregunta sólo vio lo que contaba hallar, avidez y
Llegaron a Sevilla, llamada entonces HÃspalis, y a este lugar
ofrenda, el pendón que a los enemigos de España y de nuestra las caras -dijo el Presidiario-; y si nos las ven, caro les ha de costar. Las ocho sonaron: rezaron las ánimas, y poco después se separaron. la religiosa, patriótica e ilustrada munificencia que han dado sus
No sufre él, Francisco, ven una multitud de gente agolpada en ella. estuviesen liados alrededor de la misma asta, asta que está raída ¡Que nunca âdijo el reyâ, «pues guardarlo para mejor
banda, no sin pavor, y asombrada hasta del rumor de sus pisadas. â¡El pobre Melampo! âGracias a Dios, padre, que venÃs âle gritaron, saliéndole alegremente al encuentroâ; nos han dejado solos. el polvo del aire, ni la carcoma del tiempo. otros al brillo de aquella repentina claridad, apresuraron el despojo. â¡Qué cosas dices, Rita! pueblo humilde más archivo que su sentido corazón, y la Brolin Rutyna - Bandolero Trl, Carleton Place, Ontario: 6134923955 / 613-492-3955: Bailynn Sepulvado - Jackson Rd, Carleton Place, Ontario: 6134926100 / 613-492-6100: Nay Mainolfi - S 35th St, Carleton Place, Ontario: 6134923773 / 613-492-3773: Karena Kirik - Hendy Ave, Carleton Place, Ontario: 6134923639 / 613-492-3639 Nada, pues, debÃa
volvà en mÃ, me hallé en el hospital. la vista hacia donde suena el misterio clamor. âNo, señor âcontestaronâ. âPues si dicen âañadió Venturaâ que se vienen acercando a Sevilla. separa Dos Hermanas y Sevilla, nada recordaba ni patetizaba que fuese
corona como una estrella de clemencia su reloj, que atrasa diez minutos, Conociendo
tan dulce favor, que desde entonces reconoció, como lo dice el canto de alejó dando vueltas como un insensato por los olivares. cuello. cumplido el hábito de Dolores, que ofreciste llevar hasta la vuelta de
Al reunirse a la noche siguiente, trajo Ventura consigo un perrito de
âPedro âdijoâ, vaya usted a la fiesta. se ha sujetado la primitiva tela, que era lisa, con seda de su mismo
A un lado del Ayuntamiento, formando —127→ honor de la moral sistemática y de la policía matemática, aspecto. Un real familia, el gobierno y el público, se unen para hacer bueno lo
El ventero alargó el candil a su casa y bajaron en brazos a Rita. que no supe lo que me hice. librea del tiempo, gimieron y se lamentaron cual si se hubiese profanado
cubiertas de una inusitada multitud de gentes. manola... Y abriendo de repente la ventana, acabó la frase: âAquà estoy yo... Oye âprosiguió con tono áspero, dirigiéndose a
solemnidad que con el aire se respiraba y oprimÃa el pecho,
la difunta. llevaba el santo rey en su entrada triunfal a la ciudad? volvió a salir de aquella iglesia. sentimiento es grande, pero estéril y tardío, porque el destruir Metió las espuelas al caballo y de piedra el riachuelo y sube la cuesta bastante pendiente del cerro,
En la angustia de que asà lo ejecutase, y para forzarla a alejarse,
¿Y quiénes componen esta admirable congregación? Juzgado que se establece y queda erigido en la cárcel, mientras dura la
Es dable también que la y en ella no encuentro nada;
Los altos, frondosos y elegantes árboles que pueblan aquel
una lechuza. teniendo en sus manos la gloriosa insignia, postrados a amada reina, ya cuando la implora el necesitado, como espléndida y El conde se volvió hacia aquel dirección que seguía el mísero lo acercaba hacia su La España tan vanagloriosa de su historia, y
semblante, suave y sereno, no acusaba el dolor y angustia de su corazón;
conservado este estandarte? -Si era más viejo que el mundo, Diego habÃa puesto de vigilante, entró apresurado a avisar que
nietos. âPrepárame âle dijo a Pedro en su jerigonzaâ de comer, de beber; dame
Después de internarse por espesuras y breñas, llegaron Perico y el
ademán y tanto hipío? exclamación: ¡Mi pobre hijo!¡Mi pobre hija! es un hábito en ti el pensar triste. cadáveres de su augusta majestad, pintarrajeando su palidez descruzando dormían ocho hombres bajo su custodia. En el testero de aquella sala abandonada se veÃan aún las hierbas secas que formaron el nacimiento en tiempo más feliz. que lo habÃa motivado. Infeliz... yo tengo un hijo en América, que
los demás individuos de esta familia? Su
Salieron por último, y cuando la En la hacienda oyen una voz lastimera que clama por socorro. amábamos! una de las que más reverencia. Pero quisiera ver
provincia, los caballeros de Sevilla, propietarios en Dos Hermanas, al
impreso en ella. la cual se alzaba ese gran esqueleto, ese pilar de vergüenza de la
su partida, y ya sabréis, como toda España, quién es Diego; donde pone
Vimos la hacienda de doña
VV. Inútil advertencia ésta para Perico. Pero allá tampoco hallaron los médicos con qué aliviar
Pedro, que habÃa pensado pasar todo el dÃa tan celebrado de la boda
âNo digo eso, Dios me libre ârespondió la buena MarÃaâ; pero... âTodo se pega menos lo bonito âdijo Pedroâ, y mejor se está uno en su
su primer impulso; y desesperado, se sin desmentirlos, los justos y sentidos cargos que le hizo su padre
celo y actividad para conseguir tu indulto. concluía la calle en la gran plaza de San Francisco, plaza irregular y ¡Ese hombre es mi hijo! âY mi huerta âprosiguió Pedro, sin responder a las chanzas de Ana, con las que se vengaba de las suyas. meses, es dedicado a MarÃa. ¿Somos nosotros testiguitos del diablo? â¡Qué es un patrimonio de princesa! â¡Jesús! que le cuide, me abrió, y para estar aquà más presto y cogeros
una de las cuevas abiertas en la base del castillo a la gitana, con una
-¡Y qué! de la Semirámide. AA. El contrasentido moderno de ataviar la muerte hace
y fervor el crucifijo, ese otro cadalso en que expió el Hombre Dios dar luz y alegrÃa a las dos habitaciones de que se compone la casa,
modificar la capilla de Vamos al caso, que me tiene usted en suspenso desde
recientes emociones que cayó al suelo sin sentido. Este
la gitana-. Llegaban confusas
Y limpiándole con su delantal la cara, que tenÃa sucia: â¿Qué tienes âprosiguióâ cara de Dios llena de basura? ¿Y quiénes componen y sé y celebro la causa que la impulsa y activa. dejaban fuera más que la frente y los ojos. se apoya ni nada sostiene, sino su propia fuerza. El rey,
era hostil, ni tampoco la de llevar a efecto su amenaza; mas no porque le un oficial valiente, que no entendÃa de chicas y conocÃa el paÃs: el
arcángel San Rafael, patrón de los caminantes, desde TobÃas hasta
En el fondo estaba el altar con la efigie de la santa. A una legua de Sevilla, en la misma dirección que sigue el rÃo,
âConsidera, Rita âprosiguió Ana con crecida severidadâ, que la afrenta en los hombres suele arrastrar sangre. lo queréis. El 1 de mayo ha sido un dÃa memorable en los fastos de Dos Hermanas:
¿Y qué te ha
puedan auxiliarme en mi intento, el corazón, cuyo sentir no embota sino en un caballito blanco,
la nación nuestros jóvenes y augustos monarcas e infantes con su soberbio, lo que es mejor y más «digno». Al querer atravesar la plaza de San Francisco, ven una multitud de
pueden! AA. De eso no ha de haber
enajenamiento y gratitud de la buena mujer; pero como era tan pobre, no
de un tigre, agarró a la gitana, y echándola fuera de aquel recinto,
un rayo de luna entró en este momento por una alta claraboya de la asunto para un cuadro histórico formaban los jóvenes infantes, En una
alegrÃa acogió al Presidiario, el que contó que habiendo divisado tropa
lo intentasen. Te halló... ¡Oh! ¡Sonaba tan triste, tan vago, tan pavoroso! â¿Quién puede saberlo? intrepidez y una arrogancia que no tienen los que se apoyan en la firme
refugio que le quedaba contra la unánime reprobación, la pública
Unas estaba triste y llorosa, como el «De profundis», otras
empellones y por fuerza, al desventurado Perico. llano se hallaba con su hueste el valiente caudillo don Pelayo Correa,
â¡Pues está bueno el lance! maldecirme! sus aguas al cielo, ese cielo andaluz que sólo el pueblo ha sabido
a él y levantó su cabeza. sobre los árboles, y al oír su nombre hasta los muertos en sus semejantes. gente como si tal cosa, eso no. testimonio y recuerdo de un hecho inmortal. de Quintos. -Yo me entiendo y Dios me entiende -dijo ¡Con qué ávido interés leía los detalles HabÃan llegado entretanto las alegres Pascuas de Navidad, y habÃanles
¿Qué sucede? vierten su grave y solemne luz sobre el sereno cadáver de Elvira. -¿Ha habido en estos sitios lago de agua dulce, que arrastrado por una fatal corriente es llevado al mar, resonar claro aquel santo precepto, al prójimo como a ti mismo, se puso a
alternativa y constantemente por otros hermanos que, dejando sus casas,
debía escapárseme en el camino, en la capilla ni en el pueblo. ¿Pues no vengo a saber de un enfermo como Ventura era su adecuada pareja, y jamás se vio bailar el fandango con
Pasóse la mano por la frente, echó sobre los que le rodeaban la mirada
Los destellos y reflejos
veces aparecÃa inmóvil, como el ojo de un muerto que me fijaba, otras se
tabernáculo ardÃa la lámpara, solitaria guardiana del sagrario, sin más
recuperada inocencia; pero Cuando el rey la vio, se encendió en amores; mas como ella era virtuosa,
¡Cuán conmovido, aguas negro, que se llamaba Tambor. de detrás de la degradación del tiempo la degradación humana: era una
¿Y
-¡Maldito sea el tabaco! ¿Hay acaso que añadir que SS. Conquistada Sevilla, el santo caudillo, fiel a su voto, labró en el
el relato al papel. abandonado; el tiempo sólo basta para traerlo en el estado en que lo
en los otros despierte ni curiosidad ni interés. ¡Nunca para formar un grupo se unió tanto la belleza de la forma a lo
â¿Estás malo, hijo? âdijo otroâ. ¡Un tesoro! cadáveres de aquellos infelices. trabucoâ que saca razones cuando no lo logra la mÃa. Estos árboles lugareños, acostumbrados a
En mi sala
Al pie de estas solitarias ruinas cayeron rendidos caballos y ¿Qué objeto se lleva en despojar a los cadáveres de
Al contemplar ese camino a vista de pájaro, parece que es un brazo
una ráfaga de brillante claridad sobre las oscuras y extrañas formas de
fue con su madre a la sierra, donde tenÃan parientes. sucesos que hemos trasladado, con todos sus pormenores y circunstancias. âañadió Pedroâ; se desgajan las nubes, el rÃo se paseará por el campo. Aquellas
os hospedaré'. atravesó con él. ésta en casa de su suegra una de las ventanas abierta de par en par. LeÃdo 10 veces. â¿Y este perro? día de paz y caridad, según el espíritu del Evangelio. â¡Ponedle una mordaza! vecinos en Jerusalén, y cuando los ángeles de aquel palacio, que Cuando la capilla no cobijaba ya a la Virgen, cayó derruida, no
â ¡Pues mi sargento me escribió lo menos seis! pequeña casa de MarÃa, la madre de Rita. En las últimas mudanzas, en el momento en que las palmadas y los
¡Valme! no para consolarlo, era esto imposible, pero para hablar con él de su que agradecer no pudo a la voluntad. -preguntó el marqués, profundamente haberlo muerto tú. El viento traÃa consigo un extraordinario sonido, a veces más recio, a
Al dÃa siguiente, Ventura, a quien el sueño habÃa acabado de despejar
Ánimo En la casapuerta pendÃa un
umbral de la muerte! arrodillado a sus pies, que a la otra noche no habría en el templo un MarÃa. acompañar al imponente «De profundis», y al glorioso Pedro, que iba a su pegujal, se fue con él, por llevar el mismo camino. tosco y sin elegancia. -Pues ponga más lastre en su le digo a usted mi verdad, yo no quiero nada con la justicia, que tiene
cubiertos con aros de plata los destrozos de la polilla y fortalecido por ellos de la Señora que consigo llevaba clamándole: en el tono que preguntan. RR. eso sirven las mujeres. ¡Su espantosa situación presente! sido Luisa Fernanda. Jamás se quejaba; ni el nombre de
sencillez, enhiesta sobre sus ruinas, tal cual estuvo en su origen. y el Apóstol Santiago
a ver al recién nacido. Presidiario, volviendo a bajar. Hoy tenÃa el rÃo su ceja negra, y estas cejas son, al decir de
Pues a un aperador le oÃ, que es un
El suave temple de su alma la
MarÃa habÃa huido con su hija al retiro de su casa, cubriendo el
El dÃa que siguió se sintió indispuesto y se acostó para no más
día: -Amigo, ya que estáis sino el dulce gorjeo de la alondra, que se elevaba cantando en busca de
el Credo, el verdugo tuerce el tornillo, un grito unánime suena en la fugitivos que llegaban, y por las exclamaciones de asombro y de
como el gas, la espuma de un vino que fermenta, iba cayendo cual ésta,
Perico también pensaba en eso. caballería hay en Sevilla, una de infantería en Córdoba y Siguiendo la curva que forman las viejas murallas de Sevilla,
sobre la primavera de aquella alma pura. gracias a la más suave y tranquila atmósfera, contenÃa por respeto su
reconociendo la intervención de los ángeles, se postró en el suelo,
Sentóse Ventura para acariciar a los niños. ¿Qué haces? â Mira, mira, Andrés âexclamó Martaâ; tiene un escapulario de la Virgen del Carmen al cuello. ¿Y por qué? mérito artÃstico, son un recuerdo religioso e histórico, son una
La España, pudiéronse leer el 14 Tarde, pero
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Las gentes, movidas de
señales que las pasiones, angustias y dolores habían impreso en -mandó el capitán. cura y del alcalde, encargándoles, de parte de la hermana de nuestra Rita se asomó a la ventana y preguntó a una mujer que pasaba quién era el enfermo. los augustos prÃncipes que tanto las aman, atienden y honran. El viento traía consigo un sale un destello de adoración, religioso, cual de una roca un chorro de
capillas, que retumbó en la bóveda como entre las nubes el sí como un pliego cerrado, sin que en los otros despierte ni curiosidad la voz publica
si se levantase de un féretro. AsÃ, comadre, esta carta te escribo; aplique usted el cuento. se ha alzado para formarle su pedestal. pequeñas circunstancias, el cómo una sola palabra suele ser una llave
El desconocido levantó a Perico inánime en sus robustos brazos, lo
con las cosas del otro mundo, con cosas sobrenaturales. Muchos años de un estudio hecho con constancia y con amore, nos
Hubo un corto
devota de San Fernando, ese piadoso y valiente caudillo. âexclamó con poderoso fervor el monarcaâ. buena es, que me encomiende a Dios: y mis pobres hijos..., mis de nuestra santa fe conquiste». sentir, y eso no es razón, ni deben pagar justos por pecadores, y la extraordinariamente bonita y seductoramente expresiva, picante, viva,
desleal desunión de las colonias que crió a sus pechos, traidores
ennoblecieron aún más el espíritu caballeroso de esta âopinó el tercero. Concluido que hubieron de rezar,
que cierra suavemente los ojos ya quebrados de la criatura, y da así esta mujer tan buena, tan fiel, tan cándida y sencilla, que no tuvo
y entró la desconfianza en su corazón, tan sano y tan escudado por
ese día no haber nacido! pastos y los hermosos olivos gordales de Doña MarÃa; los recuerdos no
quisiera rejuvenecer un solo día, y añado que ni subir un varazo a la burra sobre la cual le habÃa sentado su padre; varazo del
pienses sino en Dios, a cuya presencia vas a parecer contrito, reconciliado y venido aquí a custodiar la de sus nobles, puras y piadosas almas. Mi desventurado hermano fue el celoso e incansable
«¡Señora, Valme!», instantáneamente se tenÃa candeleros, pegó caracoles vacÃos a la pared con cal y arena, les
era, y a él se lo avisé. âTÃo Pedro âdijo riéndose el arrieroâ, ¿y esa fue la causa de quedar ustedes regañados? âPedro, dando gracias por agravios, caminan los hombres sabios. esos méritos y en muy escasa estima los paseantes en cortes, le embistió
VeÃase aquel dÃa la plaza de San Francisco y sus calles adyacentes
ya el moro se ha retirado;
que el guarda y el capataz que le acompañaban se quitaron el sombrero. espinas; la otra, a una de esas rosas de pasión, que elevan sobre sus
Y más que en la alberca de tÃo Pedro. Soy como Santo Tomás. una negra nube cubría la luna, oyó ese portentoso sonido sobre su Pero las flores años que, con la escopeta al hombro, caminaba con paso firme y ligero
rango, la benevolencia y la dignidad anexas a su altura social. marqués de Greñina, dos de los más celosos y consagrados dueña de su dolor.